Las 42 Leyes de Maat, el contrato social del Antiguo Egipto, cobran nueva vida en tiempos modernos.
Cuando el alma humana se pesa cada día en la balanza invisible del bien común.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – “Yo no he mentido”, decía el alma del difunto ante Osiris. “No he robado. No he matado. No he sido motivo de sufrimiento para otros.” Así empezaba el juicio final para un antiguo egipcio. No bastaban monumentos ni riquezas. Su salvación dependía de haber vivido según el principio de Maat: la armonía, la verdad, la justicia.
Hoy, cuando los informativos parecen repetir un ciclo inacabable de corrupción, polarización y desconfianza, resulta inevitable preguntarse: ¿y si las 42 Leyes de Maat volvieran? ¿Y si pesáramos nuestras decisiones públicas y privadas, no con criterios jurídicos, sino con esta balanza invisible?
Lo que sigue no es una lección de historia, sino una invitación a reflexionar.
1. No he cometido pecado.
Cada vez que alguien decide cobrar en B sin factura, ¿no está rompiendo un pacto invisible con los demás? No es solo un delito fiscal. Es una grieta en la confianza colectiva.
2. No he cometido robo.
Desde la sustracción de fondos públicos hasta la apropiación indebida de ideas, el robo ya no lleva antifaz. Muchas veces viste traje y corbata, o va en una bolsa de plástico en un supermercado.
3. No he matado a nadie.
A veces, matar no requiere un arma. Basta un micrófono, una red social o una acusación falsa. ¿Cuántas vidas hemos “aniquilado” con palabras?
4. No he causado dolor a nadie.
La España del siglo XXI ha avanzado mucho, pero las cifras de acoso escolar o laboral demuestran que aún no entendemos del todo esta ley.
5. No he robado comida.
¿Y qué pasa cuando grandes cantidades de alimentos se tiran mientras miles de personas hacen cola para un plato caliente?
6. No he maltratado animales.
Los toros, los perros, los gatos. ¿Cuál es la línea que separa la tradición del sufrimiento?
7. No he dicho mentiras.
En la política, la publicidad o la vida cotidiana, la mentira se ha vuelto un mal menor. ¿Y si fuera, como decía Maat, una losa que pesa sobre nuestra alma?
8. No he juzgado injustamente.
Twitter no es un tribunal, pero a menudo dictamos sentencia con solo un tuit. ¿Qué espacio queda para la justicia?
9. No he sido deshonesto.
No se trata solo de no robar. También de no prometer lo que no vamos a cumplir.
10. No he cometido adulterio.
En una época de amores líquidos, la fidelidad parece un concepto vintage. ¿Y si, más allá de lo sentimental, fuera una cuestión de integridad?
Y así siguen, hasta completar las 42 leyes. Algunas parecen sencillas: «No he levantado la voz», «No he sido impaciente», «No he actuado con arrogancia». Pero todas requieren un acto consciente de autorreflexión. Como sociedad, ¿nos atrevemos a recitar estas leyes y responder con sinceridad?
11. No he contaminado el agua.
En cada grifo que no llega a las casas de ciertos barrios, esta ley parece escrita para hoy. No es metáfora. Es física.
No hay castigos, solo consecuencias.
Maat no era una religión, era una forma de vida. No amenazaba con infiernos ni cadenas perpetuas. Solo advertía que, si vivías contra el orden, el caos vendría a buscarte. Hoy lo llamamos crisis climática, populismo, soledad o desinformación.
Los seguidores de la luz
Cuenta la leyenda que las tablillas de protección volverán a ser comprendidas cuando los “seguidores de Horus” despierten. No serán dioses, sino personas comunes que decidan actuar con honestidad, humildad y respeto al otro.
Tal vez ya estén entre nosotros. Tal vez seas tú.
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